06 octubre, 2011

Pierde, pero gobierna

Foto: Corbis
A poco que se conocieran los resultados de la segunda vuelta de las presidenciales, alguien me dijo que ‘en el Perú la derecha siempre pierde las elecciones, pero termina gobernando’ y después de pensarlo he llegado a la conclusión que tiene mucho de cierto.
Hasta 1963, con pocas excepciones, el Perú fue gobernado básicamente por la oligarquía, turnándose civiles y militares. Ese año resultó elegido Belaunde, quien representó en su momento el gran cambio que el país necesitaba, pero fue rápidamente envuelto por la oligarquía limeña y terminó haciendo tímidas reformas que podrían ejemplarizarse con la agraria de la ley 15037 de 1964, si es que se pueda llamar tal cosa.

El fracaso de ese gobierno, nos llevó al golpe velazquista que nos enseñó que las reformas no se pueden hacer desde arriba y peor si son improvisadas y la población no tiene la suficiente educación y en consecuencia no está preparada. Ese fue el primer fracaso de un gobierno de izquierda en nuestro país, a cuyo término se inició la aventura senderista que tuvimos que sufrir por más de veinte años.

El regreso de Belaunde, que tampoco tuvo éxito, trajo consigo la primera oportunidad para el Apra, cuyos resultados muchos vivimos: la inflación, el descalabro económico, precedido por el fallido intento de estatizar la banca, además de la corrupción, resultó en otra oportunidad desperdiciada que en este caso tuvo la centro izquierda.

La elección de Fujimori en 1990, resultado del temor al shock que sembró García desde el gobierno, y el posterior Autogolpe, nos mostró que la derecha, esta vez apoyada por la caída del Muro (1989) y la globalización que nacía, era capaz de envolver esta vez a un gobernante improvisado y se hizo eco de aquella frase que dice que ‘el candidato debe ser de izquierda, pero el gobierno de derecha’. Nuestra sociedad cortesana volvió a maniatar al gobernante de turno de la manera clásica, haciéndole concesiones sociales, usando la franela y participando en la corrupción que luego vimos en los vladivideos.

Los gobiernos más recientes de Toledo y García, dos personajes de origen más bien humilde, son otra muestra de la maestría con que la oligarquía y el poder económico pueden controlar y encausar a supuestos líderes populares.

La elección de Humala constituye una nueva oportunidad para la izquierda. La pregunta es si ¿podrá liberarse del control de los grandes intereses que en estos tiempos pertenecen al mundo globalizado? Ojalá sepa utilizarlos y aprovecharse de ellos en beneficio de nuestro país, en especial de los más necesitados

Un gran amigo, Luis Tejeda, me decía, hace poco, que no era casualidad que desde que el Perú se reinsertó en la economía internacional, los ministros de economía eran tecnócratas. Éstos son impuestos por los organismos internacionales –aseveró– que prefieren tener personas de su confianza a cargo del manejo económico.

Algo que ya está aprendiendo Ollanta Humala y que aprendieron los presidentes que lo precedieron, cuando recién asumieron el mando, es que el poder del primer mandatario tiene sus límites. Cuando se sienta en el sillón presidencial, y en este caso antes, se percata que existen iceberg de poder que están debajo de la superficie y no se ven desde abajo. Hay cosas que se pueden hacer y otras que no. Las risas de Truman cuando pensaba que su sucesor Eisenhower creía que le obedecerían las órdenes, nos dicen con claridad que estos límites no sólo existen en el Perú, sino en todas partes.

por Alonso Nuñez del Prado*
San Isidro, 26 de julio de 2011

* Miembro de CVX Siempre, Abogado-MBA, Director Ejecutivo del Observatorio de Cumplimiento de planes de gobierno del Perú

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