Imagen: Diario La República |
por Alonso Núñez del Prado S.*
Cuando me enteré del decreto de la Secretaría de Estado del Vaticano, sentí vergüenza de que mi Iglesia esté tan pobremente representada por una jerarquía que sin duda ha perdido sentido de realidad y cree que todavía está en la Edad Media en la que todos tenían que obedecer sus decisiones, aun cuando carecieran de fundamento. Mas, pensándolo bien, recordé que no tenía por qué sentirme avergonzado, ya que yo no había elegido a semejantes representantes. La Iglesia es de las pocas instituciones que todavía no se ha democratizado y mantiene un sistema monárquico, que, dicho sea de paso, no tiene nada de cristiano en el sentido de corresponder a las enseñanzas de Jesús. Lo que viene pasando al interior, sólo corrobora la tesis de que va siendo hora de que el régimen del Papado termine y regresemos a nuestros orígenes del cristianismo de las catacumbas, cuando los obispos eran elegidos por los fieles y el lujo y boato de la Curia Romana hubiera sido impensable, mucho más en los tiempos de Jesús de Nazareth, quien vivió ayudando a los marginados, enfermos, prostitutas y otros tenidos como escoria en la sociedad de entonces.