28 junio, 2011

MANIQUEÍSMO POLÍTICO. El bueno y el malo

Ilustración HEDUARDO

de Alonso Núñez del Prado * (CVX Siempre)

Es impresionante cuánto se puede distorsionar la realidad y cómo las personas pueden llegar a creerse sus propias mentiras. Incluso como grupo humano y como nación. A partir de los vladivideos, Montesinos fue satanizado, de tal manera que resulto culpable de todos los males ocurridos durante el gobierno Fujimori, lo que permitió al mismo tiempo liberar a este último de sus responsabilidades y convertirlo en el bueno de la película. En pocas palabras las cosas buenas que ocurrieron en la década del noventa son mérito del ahora condenado por delitos de lesa humanidad y las malas de su asesor.

Quienes vivimos en esa época recordamos que ambos fueron socios muy cercanos y que un análisis de los hechos nos lleva al convencimiento de que en realidad era mayor la influencia de Montesinos sobre Fujimori que a la inversa, lo que explica esa frase del primero luego de su captura y de la renuncia por fax del segundo, que decía que ‘esperaba contar con un hombre, pero al final le resultó una gallina’. Montesinos le organizó el Autogolpe, es más fue el de la idea. Aprovechó de la tendencias paranoicas de Fujimori y lo hizo encerrarse en el Círculo Militar a poco de elegido, haciéndole creer que conspiraban para hacerle un golpe, más adelante se escondió, textualmente, como una gallina, en la Embajada del Japón, cuando el frustrado golpe de Salinas Sedó. Y así podríamos enumerar una serie de hechos, de los que se conocen, que muestran a Montesinos dueño de la situación y a Fujimori tratando de aparecer como jefe de Estado.
 
Montesinos era una mezcla de Richelieu con Mazarino y Fujimori un improvisado gobernante que resultó elegido casi por casualidad y que fue ganando poder y seguridad en sí mismo a partir de la sugerencias de su asesor hasta que en determinado momento se percató de que era casi un pelele. Su intento de recuperar el mando fue por momentos ridículo, como la vez que apareció públicamente al lado de Montesinos para mostrar que el jefe era él, cuando en los ambientes políticos se sabía quién tomaba la mayor parte de las decisiones o en todo caso aprobaba algunas que en apariencia no estaban dentro de su ámbito o cuando se auto-irrogó la creación del Plan Chavín de Huántar, luego de su éxito.
 
Aunque los públicos defensores de Fujimori fueron disminuyendo, renacieron con la posibilidad de la elección de Keiko, pero la tendencia seguirá a su cauce anterior en un país cortesano como el nuestro en que todos se acomodan a las circunstancias, creo ‒como me lo sugirió Lucho Tejeda‒ que el proceso penal y la sentencia condenatoria a Fujimori, causaron rechazo en ciertas personas, porque, de alguna manera, los juzgó y condenó en sus propias convicciones, ya que pensaban como él y Montesinos y tenían valores similares. Aunque no directamente, todo el proceso, la sentencia final y el debate mediático que se desató, condenaron los anti-valores (valores pragmáticos) que se predicaron y practicaron durante el Fujimorato. La visión del ‘todo vale’, ‘hay que cortar camino’, ‘el fin justifica los medios’, el facilismo, etc. que vimos extenderse en esos tiempos, fueron cuestionados por la sentencia, que defiende el irrestricto respeto de los derechos humanos, que constituyen el mínimo que cada persona requiere para poder vivir con cierto nivel de tranquilidad.
 
Este fenómeno sociológico es el resultado del desarrollo de una concepción del mundo y de la vida en la que importan los resultados y no cómo se obtienen. Para estas personas, existe una verdad y es la de ellos. Si las cosas se hacen a partir de sus creencias, todo vale. Nunca se han puesto a pensar que los otros pueden tener razón. No creen que es indispensable que nos respetemos. El castigo a quienes pasaron por encima de la ley para conseguir algo que les pareció bien era inimaginable.
 
La campaña contra Keiko que resultó en su derrota, partió de lo antes mencionado que se resumía en el daño moral que hubiera significado para el Perú que saliera elegida, ya que implicaba una reivindicación del fujimorismo condenado por la sentencia) que recién hubiera aparecido cuando asumiera el poder. El problema era explicar al gran público algo tan etéreo como ‘daño moral al Perú’, que no se puede medir, como ocurre con los efectos económicos. Al final, la mayoría de los peruanos prefirieron a Ollanta Humala con todos sus riesgos.
 
San Isidro, 20 de julio de 2009, adecuado después de las elecciones de 5 de junio de 2011.
 
* Abogado-MBA
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario