La
llegada de la Navidad trae la tierna imagen de una joven madre cargando a su
hijo recién nacido. Este niño, representado en las pinturas renacentistas italianas,
con ojos azules, mejillas sonrosadas, rechoncho y de cabello rubio confirma la
hipótesis del filósofo griego Jenófanes quien afirma que la figura divina adopta
la propia imagen de quien la cree. Hace más de 500 años que los europeos
arribaron a nuestra América y todavía hoy el niño Jesús luce así en estampas y
templos.
Sin
embargo, la celebración de la Navidad debe traer a la mente a los niños
concretos de carne y hueso como el Jesús nacido en Belén hace más de dos mil
años, presumiblemente de tez morena y cara ancha, o el niño Aylan Kurdi, de tan
solo tres años, encontrado ahogado en una playa de Turquía cuando junto a su
familia escapaba del horror de su natal Siria. También podemos pensar en las
219 niñas nigerianas todavía secuestradas por el grupo yihadista Boko Haram que,
según testimonio de quienes lograron escapar, eran violentadas física y
sexualmente. O evocar a los niños sirios que recibieron patadas y zancadillas de
parte de una camarógrafa húngara.
En
este tiempo navideño tampoco podríamos dejar de lado a los niños soldados de África,
a los niños que sufren condiciones de esclavitud laboral en fábricas textiles,
ladrilleras o minas informales de Asia, África y América Latina. A las niñas
obligadas a prostituirse, a los niños que no van a la escuela porque “tienen”
que trabajar o que mendigan en calles y plazas, a los que se drogan, roban o
están involucrados en el sicariato o en mafias. Sin olvidarnos de aquellos
miles de niños en todo el mundo que están en situación de abandono moral porque
sus padres, ricos o pobres, laboran casi todo el día.
El
sufrimiento de aquellos niños nos indigna, preocupa y nos motiva a actuar. Así
como hoy, hace más de dos milenos unos pastores fueron testigos de un similar escenario:
un niño recién nacido en un lugar poco apropiado, seguramente una cueva o una estancia
de animales. Dicha imagen, parafraseando a Vallejo, conmueve y mueve el corazón
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Los relatos bíblicos ofrecen
una fotografía idílica del encuentro en
el que los humildes hombres de campo adoran al neonato.
Según
el Diccionario de la Real Academia adoración es también amar con extremo. El
amor se demuestra en actos y gestos concretos por ello los rudos pastores, ante
inusual y tierna escena, asistieron a José y María, les proveyeron de mantas,
comida y posiblemente, limpiaron el lugar del parto.
Como
los humildes hombres de campo nosotros debemos animarnos y comprometernos para liberar,
sobre todo a los más indefensos, de las situaciones de desesperanza, drama,
guerra, injusticia que afligen al mundo entero. No solo ayudar entregando un
óbolo o apoyando a una campaña de ayuda social esta Navidad, época en que los
corazones se ablandan, como denunciaba el personaje principal de la novela El túnel de Sabato en la que solo “se
resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su
tranquilidad espiritual y su título de generoso”.
No,
ayudar de verdad con entrega y sacrificio. Este año han sorprendido actitudes
generosas, como la de los colegas del francés Jonathan Dupré que decidieron
donarle 350 días de sus vacaciones para que este pueda estar con su hija de
cinco años que sufre de cáncer al riñón y la acompañe a las sesiones de
quimioterapia. O los pobladores de la pequeña localidad de St. George en Canadá
que recrearon en octubre el espíritu navideño para que el pequeño Evan
Leversage de 7 años disfrute su última Navidad. Evan murió este mes y ahora su
familia ha iniciado una campaña para recaudar fondos para la investigación del
cáncer infantil.
De
igual manera, el talante del ciclista español Agustín Navarro que, ubicado en
el cuarto puesto, no adelantó al ciclista que marchaba tercero al cual se le
averió la bicicleta y la llevaba en hombros. Considerado por muchos como el
gesto deportivo del año, este se coronó cuando Navarro rechazó el premio que el
rival le ofreció como agradecimiento.
Asimismo,
la conducta intachable de profesores que
voluntariamente colaboran con la educación de niños y niñas en zonas de pobreza
extrema sin agua potable, luz eléctrica o conexión a internet. Pero, no solo en
Navidad se puede asistir y no siempre se hallan situaciones extraordinarias para
socorrer a quien lo necesita. Desde donde estamos, de modo ordinario y
corriente se puede concebir una Navidad posible que no alegre solo un corazón
sino que repare situaciones de desamparo físico o espiritual de más de uno.
Desde
lo más simple, cumplir con nuestras obligaciones estudiantiles o laborales, en
el transporte público ceder el asiento a quien lo requiera, como conductor respetar
las señales de tránsito, ceder el paso, no coimear a los policías, no tirar
basura a la calle, reciclar, no dedicar jornadas completas al trabajo y
compartir tiempo con los hijos. Utilizar el cinturón de seguridad, usar los
puentes peatonales, saludar, esbozar una sonrisa hacia el compañero o amigo, no
colarse. Denunciar el maltrato a la mujer, a los homosexuales y combatir la
discriminación.
Es
decir, permitir que el Reino de Dios se instaure en la tierra hoy, demostrar
que el niño Jesús ha nacido. Que se puede instaurar una Navidad continua, que
el tiempo de misericordia, de amor, de perdón y de ayuda generosa sea perenne. Que
hagamos realidad una feliz Navidad posible y continua.
Oswaldo
Díaz Chávez (Tito)
CVX - Comunidad Pedro Arrupe
CVX - Comunidad Pedro Arrupe
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