Foto: Diario La República |
por Alonso Nuñez del Prado*
El gran problema es que la prensa, la radio y la televisión se han percatado de su enorme poder y han cambiado sus prioridades, que deberían ser las señaladas en el párrafo anterior, por la de pretender mangonear al público y, muchas veces, hasta de gobernarlo, en especial en el plano negativo, es decir, en lo que no se debe hacer. De ahí resulta que la función de informar para que el lector, oyente o televidente tome sus propias decisiones, se haya convertido en un abierto intento de manipulación de la opinión para presionar a las autoridades, con el ingrediente de considerarse a sí mismos (los medios) como la opinión pública. También se usan para estos fines las encuestas, de las que se resaltan ciertos aspectos, con intencionalidad que no es evidente para todos los niveles, por lo que deviene también manipuladora.
Es necesario reconocer que, al final, los medios son parte del engranaje de la maquinaria y que difícilmente pueden oponerse a cómo ésta funciona. Para empezar, sus propietarios son, usualmente, integrantes del poder económico que tiene ciertos intereses que defender y se sienten con derecho a instruir a los periodistas o a exigirles cierta línea en su actuación y publicaciones; y aunque hay una cierta tradición de independencia que algunos pocos defienden con encono, resulta más fácil escalar en la organización si se opina como el dueño o se defiende sus intereses. Proceder de esta manera suele ser parte del subconsciente del periodista que, como la mayoría de personas, necesita autojustificarse, ya que es muy complicado creer en algo y no proceder en ese sentido. Por lo general, terminamos justificando nuestra conducta. Aunque no nos guste reconocerlo, la historia del idealismo juvenil tiene mucho que ver con lo expuesto. En otros casos, el autoengaño suele comenzar bastante temprano, y algunos jóvenes abrazan la ideología de moda o la que haga más fácil escalar los escalones del sistema.
Para colmo de las desgracias, el statu quo ha involucrado a los medios con los grandes intereses económicos y resulta, por lo menos, muy difícil que alguno subsista si deja de recibir avisaje y publicidad de las empresas y gobiernos. De esa manera está sometido a éstos y pueden presionarlo indirectamente, de forma que lo “obliguen” a actuar en tal dirección. Enfrentarse con los grandes intereses suele ser suicida, aunque siempre hay algunos que lo logran, pero muchas veces, como Jesús de Nazareth, terminan crucificados.
Cuando aterrizamos en nuestra realidad peruana nos enfrentamos con que es, desafortunadamente, cierto que el grueso de los medios, salvo honrosas excepciones, cumple muy parcialmente con su función de informar y tiende a manipular, a veces con grosería. Son pocos los que se libran de esta caracterización. En cuanto a su obligación de educar, las excepciones son aún menores, ya que el interés de la mayoría es vender más ejemplares para, de esa manera, poder conseguir más avisaje; es por ese camino como llegamos a las noticias de los grandes accidentes y los casos policiales en las primeras planas, porque son los que interesan al gran público que, a su vez, es el que más necesita de educación.
¿Cómo solucionar los problemas del panorama expuesto? Ciertamente, el camino no es la censura y los límites a la libertad de prensa; pero la autocensura parece ser insuficiente. A su vez, el control ex post puede servir para casos particulares, mas para enfrentar los grandes problemas que involucran, ¿qué noticias publicar? Y ¿cómo publicarlas? Es decir, para lo que lleva a la manipulación no parece haberse encontrado solución.
Publicado en La Revista Ideele (N° 235)
* Alonso Núñez del Prado
Magíster en Filosofía
Miembro de CVX Siempre
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