por Alonso Nuñez del Prado*
El período universitario en la vida de una persona es en muchos casos el del inicio del contacto con la realidad, con el Perú que hasta ese entonces desconocía y que en la PUCP ocurre, porque se puede encontrar estudiantes de todos los niveles y orígenes. Hay, sin embargo, en estos sectarios, el temor de que los jóvenes sean ‘contaminados’ con ideas con las que no comulgan, como si no estuvieran en la posibilidad de decidir por si solos. Estos fundamentalistas, creen que a las personas no hay que permitirles escoger, porque de repente eligen lo que a ellos nos les gusta. Se parecen a la Inquisición y a quienes no hace mucho —aunque todavía quedan algunos— sostenían que no había que educar al pueblo, porque podía resultar rebelándose. Es la típica visión de los que creen ser dueños de la verdad y que no están dispuestos al respeto a las ideas que difieran de las suyas. A mi siempre me ha parecido sabia la frase que dice
“no estoy de acuerdo con lo sostienes, pero defendería con mi vida tu derecho a decirlo”.[1]
La pregunta que resulta de esta breve introducción es: ¿qué puede pretenderse al tratar de que un representante del arzobispado sea parte de la Junta que administre los bienes de la PUCP? Y ahora, que ven con temor el término de la influencia política que les ha permitido tener algunos logros judiciales, en especial el del Tribunal Constitucional (TC), ¿con la intervención de la Congregaciónpara la Educación de la Santa Sede? ¿Ha habido en algún momento alguna duda de la transparencia y forma en que se conduce la universidad? La respuesta a esta pregunta resultó tan obvia que el propio cardenal Vargas Alzadora decidió poner fin a la intervención, porque no había razones para mantenerla. Sin embargo, muchos años después se intenta regresar con la disculpa de que lo acordado en 1994 no estaba acorde con la voluntad de José de la Riva Agüero. Y toda la discusión se ha llevado al plano jurídico, que el Poder Judicial tendrá que resolver, de acuerdo o no con el pronunciamiento del TC, habida cuenta que hubo un voto disidente debidamente sustentado. Mas es a todas luces evidente que los motivos inconfesados no son el cumplimiento de la voluntad de testador, ni el de las estipulaciones del Derecho Canónico, sino la pretendida ingerencia de un grupo de fundamentalistas en la PUCP. Sólo cabe preguntarse ¿en qué convertiría la PUCP esta gente? Y la respuesta, estoy seguro, no necesito escribirla**. Aunque lo nieguen, es evidente. Como lo ha señalado Fernando Vivas en El Comercio [2], toda la actuación anterior de Cipriani devela cualquier duda.
Hay que diferenciar a la Iglesia de la Jerarquía Vaticana. La Iglesia somos todos los católicos y la Curia Romana está conformada por un grupo de cardenales que dicen representarnos, pero que sólo se representan a sí mismos. Nosotros no los hemos elegido, como ocurría con los obispos en los albores del cristianismo. Nada más lejano a las enseñanzas de Jesús de Nazareth que el Vaticano con su lujo y boato. Creo que lo que corresponde es hacerles notar que la inmensa mayoría de católicos en el Perú, no estamos de acuerdo con ellos y que esperamos que nunca se apropien de la PUCP, porque sería una desgracia para esta universidad. Deberíamos redactar, firmar y circular un manifiesto en este sentido. No es posible que nos sigan amenazando con la autoridad del Papa y cosas similares. Ya es hora de modernizar la Iglesia y terminar con su régimen. Es la única monarquía con poder concentrado que subsiste y es anacrónica. Las otras pocas que quedan son más que nada un adorno.
No estar de acuerdo con la posición oficial (de la Congregación para la Educación y Cipriani) en el tema de la PUCP es reconocer el carácter humano de la Iglesia. Como institución dirigida por hombres es susceptible de cometer errores. Todos tenemos derecho a opinar y es nuestra obligación no callar. Proponer y tratar de hacer cambios en el interior de la Iglesia, para modernizarla es razonable. La batalla tenemos que darla desde dentro y no separándonos de la Iglesia. El Papa y la Curia tendrían que recordar con más frecuencia el lavado de los pies del evangelio de San Juan (Jn 13, 4-15) y el verdadero significado del magisterio de la Iglesia (Mc 9, 33-35). La ventaja que tenemos los laicos de hoy es que, a diferencia de los tiempos de la Inquisición, la jerarquía no tiene con qué amenazarnos, como a los sacerdotes y religiosos que han hecho votos de obediencia. Gracias a Dios, los tiempos han cambiado y podemos discutir libremente sobre la posición de la Iglesia, que conformamos todos, en muchos temas.
San Isidro, 27 de junio de 2010
** Publicado en el diario La República (Análisis), Pág. 13, (31 de agosto de 2011)
* Miembro de la CVX Siempre. También es Director Ejecutivo del Observatorio de Planes de Gobierno Peruano.
[1] Comúnmente atribuida a Voltaire. Usada por primera vez por Evelyn Beatrice Hall, escribiendo bajo el seudónimo de Stephen G. Tallentyre en Los amigos de Voltaire (1906), como resumen de la actitud de éste.
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........ se nota la influencia de los dizques progres jesuítas en tus comentarios, hasta ahora les duele la mano firme de Juan PabloII? Hablas de "curia romana y jerarquia" de tal manera que debieras crear tu propia iglesia y listo, se acabarían tus problemas. Católica, Santa, Universal, Apostólica y Romana.... te suenta a algo?
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